Las
oficinas del Sevilla F.C. echan humo estos días. Dentro de poco, según
nos confirman empleados del club, se oficializarán los fichajes más
avanzados: el del japonés Kiyotaje y el del brasileño Romulo. Si no
se ha hecho todavía, es porque a los de Nervión les preocupa más
el poder desprenderse primero de jugadores importantes con los que no
cuenta Unai Emery. Y es aquí donde aparece destacado el nombre de Fernando
Llorente. Porque si bien el delantero riojano desea una nueva
oportunidad en el equipo sevillista, la entidad mira hacia otro lado.
Cabe
recordar que Llorente llegó al Sevilla como el fichaje estrella de la pasada temporada. No se dudó en hacer un gran esfuerzo para
incorporarlo y se le firmó la ficha más alta de la plantilla,
inasumible a día de hoy para un jugador que no cuenta con la
confianza del entrenador. En el Sevilla valoran el amor propio y la
calidad del riojano, aunque ven difícil que el míster cambie de
opinión respecto a él.
A
finales de la semana pasada estaba prevista una reunión entre las
diferentes partes. Pero el intentó de fuga de Monchi aplazó este
encuentro. En los próximos días se intentará una nueva reunión y
alcanzar un acuerdo que satisfaga a todos.
Valencia
es una tierra de delincuentes, lo cual es malo para los valencianos,
pero bueno para los periodistas. Si existe un epicentro de dicha
delincuencia, está en el barrio de la Amistad; justo en esa
barriada, en un patio interior que forman un grupo de fincas entre
las calles Yecla, Santos Justo y Pastor y República Argentina, se
ubica “El Corralón”. Allí sus residentes han creado un gueto
cuya fama lleva al resto de la población a asustarse con solo
escuchar el nombre.
El Corralón Fuente: Google Maps
Imaginad
bloques de viviendas marginales cuyos residentes son de etnia
gitana o inmigrantes; imaginad también un patio común que
alberga a una gran variedad de vehículos destartalados, un sinfín de
toxicómanos y basura en cualquiera de sus rincones. En este
ambiente de desolación e insalubridad, las familias se ganan la
vida como pueden; esto es, con el robo, la prostitución, el
tráfico de drogas y la venta de armas.
Entrar
a solas en “El Corralón” sería una temeridad, por lo que para
este viaje a las miserias de la capital del Turia he conseguido la
aprobación y compañía de Aloy, un respetado líder corralero y cantante de rap. En seguida me embarga la sensación
de haberme adentrado en un territorio detenido en el tiempo, como si
hubiera cruzado una frontera hacia un país en vías de desarrollo.
No estamos solos, una multitud encabezada por su guardia pretoriana
-el Wally, el Pajarito, el Cacahué y el Huevo- nos rodea
expectante. A lo lejos, un grupo de rumanos deja de cambiar una rueda
para observarme intimidatoriamente, mientras que en lo alto,
escondidas detrás de las sábanas tendidas, algunas miradas
furtivas se clavan también sobre mí.
Canción El Corralón interpretada por Aloy
Fuente: Cuenta YouTube de Aloy
No
hay más que rastrear la hemeroteca para descubrir que en “El
Corralón” asoma la tragedia de vez en cuando y, casi siempre, por
disputas entre sus habitantes. Sin embargo, Aloy recalca que, a pesar
de estos incidentes y de la presencia de diferentes clanes
antagónicos, «es impresionante cómo las personas convivimos en
paz y colaboramos unas con otras». Resulta complicado sonsacarle
más de dos frases seguidas, pues, cada poco rato, su hijo de cinco
años interrumpe la entrevista con un beso, un abrazo o tirándole
insistentemente del pantalón.
«Si quieren atracar, atracan; si quieren dar palizas, las dan; si quieren violar... No tienen inconveniente en hacer lo que el cuerpo y su puta cabeza les pide en cada momento»
Ya
fuera, decido irme a tomar una cerveza a un bar cercano. Sus
parroquianos me comentan que están hartos de las continuas peleas,
de las ruidosas fiestas y de los destrozos vandálicos. El camarero,
que hasta entonces ha guardado silencio, habla del particular modus
operandi de los pandilleros del corralón: «si quieren atracar,
atracan; si quieren dar palizas, las dan; si quieren violar... No
tienen inconveniente en hacer lo que el cuerpo y su puta cabeza les
pide en cada momento». De repente, se calla y sube el volumen a una
vieja televisión amarilla. El telediario abre con una información
de última hora: la detención por prevaricación del delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana [Serafín Castellano]. No es una
noticia que nos sorprenda especialmente a ninguno de los presentes; y
es que conviene recordar que Valencia es una tierra de delincuentes.
De repente llaman a la puertaes
el mejor libro de Etgar Keret (Tel Aviv, 1967); y una afirmación así
sobre la última obra de un escritor al que el New
York Times ha
calificado como “genio”
no debería caer en saco roto.
De repente llaman a la puerta Etgar Keret Editorial Siruela 18,95 euros
Ya
conocíamos la originalidad y capacidad de sorpresa del autor de
Pizzería Kamikaze
y La chica sobre la nevera,
pero con este volumen el israelí ha dado un paso más al pulir notablemente el
estilo de su escritura; quizás haya ayudado a ello los nueve años
que necesitó para concluir los 38
relatos cortos
incluidos.
La prosa es sencilla y directa, con el empleo de un lenguaje coloquial
y sin ninguna floritura. A la frescura de las historias, casi siempre surrealistas, hay que añadir el carácter universal y redondo alcanzado por los cuentos. Entre sus influencias apreciamos detalles del Franz
Kafka de
La Metamorfosis y
de Kurt
Vonnegut;
incluso de personas ajenas al mundo literario como
Woody Allen o
los Hermanos
Marx.
Pese
a la gran variedad de estilos narrativos y de personajes, lo más
destacable del conjunto es la perfecta construcción de una realidad
de irrealidades a través de las diferentes tramas. Resulta difícil
decantarse por algún cuento en particular, pues ninguno deja
indiferente ni parece prescindible y todos llaman a la puerta.
Siempre te sorprendes con algo nuevo, como en Pudin,
donde un adulto es secuestrado por sus padres para que pase más
tiempo con ellos o en Mentiralandia,
una dimensión alternativa habitada por las personas que inventamos
con nuestras mentiras.
Las
palabras escarban en nuestro sótano existencial gracias a la
imaginación y al uso del humor. Pero no espere encontrarse ninguna
teoría trascendental, ni siquiera una mera intención de inculcarle ideas o
creencias. No. Porque tenemos que ser nosotros mismos quienes
saquemos nuestras propias conclusiones. Sin duda, estamos ante una de
las mejores publicaciones del presente siglo y no nos queda otra
que esperar con ansía el próximo libro de Keret.